Dicen que Dios nos creo a nosotros, sus hijos, a su imagen y semejanza. Que todos somos similares, al final del día. Sin embargo, existen las casualidades, y los distintos, es por ello de que cuando hablamos de distintos, podemos pensar en un solo nombre: Diego Armando Maradona.
A Maradona se le puede llamar Dios, por 2 momentos claves en su carrera como futbolista: 1. La famosa mano de Dios a Inglaterra en 1986, o por lograr ganar 2 Scudettos, y una copa UEFA (Hoy en día Europa League) con el Nápoles lo cual parecía algo muy difícil de lograr. En ambos escenarios se sintió un impacto cultural enorme, el primero dado el contexto de la Guerra de las Malvinas; en el segundo por lograr hacer a un equipo pequeño y del sur de Italia campeón, y no solo campeón, sino vencer a los equipos poderosos del norte, Milán, Inter y Juve. Por estos motivos se ganó el cariño de sus aficionados, hasta el punto que algunos aficionados del Nápoles le crearon una religión.
En Nápoles, Maradona, tiene su religión. En Argentina, Maradona fue toda una institución, no solo en el plano futbolístico; sino en el plano social. Cuando se habla de Maradona se habla de un joven que proviene de una zona humilde, y que con su talento y con tan solo 15 años logró ya ser una estrella en toda la Argentina. Es lo que llamamos una verdadera #Leyenda.
Ahora bien, Diego Armando Maradona era un futbolista con una capacidad alucinante. Visión de juego, explosividad, regate, control, tiro y ritmo. Todo esto lo hacía siendo muy bajito, 1.65 metros de estatura. Aparte de esos rasgos, lo que lo hacía un distinto, un privilegiado era la capacidad técnica el cual se medía por sus lujos, capaz de en un momento apretado sacar una rabona como un centro normal, era capaz de lanzar tiros libres milimétrico. Es decir, siempre tenía un as bajo la manga con el cual sorprender a sus rivales.
Jugó 4 mundiales 1982, 1986, 1990 y 1994. El primero no fue lo esperado para el 10, sin embargo, el Maradona en su mejor versión llegaría en el mundial de 1986 cuando no solo se coronaría campeón, sino que se erigiría como un prócer nacional y toda una sensación en su país.
Del mito a la mortalidad
Sin embargo, en el mundial de Italia 1990 se quedaron a un gol de repetir la gloria luego del polémico y recordado penalti de Andreas Brehme. Para Italia 1990 Maradona seguía siendo un ídolo, hasta puso a Nápoles en contra de Italia en las semifinales de un mundial jugado en casa. Pero ya había incomodidad entre los directivos y los aficionados del Napoli con él gracias a su estilo de vida nocturno, de abusos, y sus amistades, la mafia italiana. Aunque, como todo ser humano tenía sus luces y sus sombras, se puede decir que el pelusa de los dos primeros mundiales era un mito, un Dios; era perfecto en todos los sentidos. Y el de los últimos dos, bueno, una figura más humana con sus aciertos y sus errores pero que seguía siendo un mito.
De esos errores quedaría su expulsión de la liga italiana, lo cual lo dejó prácticamente vetado de las actividades deportivas. A lo que con el mundial de Estados Unidos 1994 supuso una metamorfosis en su estilo de vida, y un proceso de reinvención en el plano deportivo y personal. Maradona trabajó como nunca para llegar a la lista del mundial de 1994. Inclusive lo logró, y en el primer partido de ese nuevo 10, anotó un gol ante Grecia en el debut de la fase de grupos. Cuando parecía el florecer de nuevo de aquel Diego mítico, endiosado; se convirtió en un fuerte revés al recibir el positivo en una prueba antidopaje, y posterior a eso, su expulsión del mundial. “Me cortaron las piernas” comentó Maradona en una rueda de prensa luego de recibir la noticia.
No obstante, Maradona con sus luces y sus sombras fue, deportivamente hablando, un jugador de leyenda, de época. Verdaderamente sí era un Dios, nos lo demostró en Argentinos Juniors, Boca, Barcelona (donde tuvo sus encuentros), Napoli, y en el mundial de 1986. Pero, de carne y hueso: en el final de su etapa en Napoli, el dolor de Italia 90, y el trago amargo de Estados Unidos 1994. Aunque haya pasado esto solo en el plano deportivo, apartando sus temas personales, Diego Armando Maradona siempre será recordado como todo un fenómeno, una leyenda. Inclusive como un Dios, como muchos afirman que lo es, y puede que sí lo sea teniendo en cuenta el inicio, Dios nos creó a su imagen y semejanza; y un ser como Diego por sus momentos buenos, pero también por sus momentos complicados, nos hace creer que sí, efectivamente, puede ser Dios.
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